sábado, 26 de marzo de 2011

Capítulo 4: En el fondo del lago

Libromaníaca:

Aún le dolía la pierna considerablemente por la caída desde la cabaña de Elisabeth, pero reunió todas sus fuerzas para conseguir llegar al lago.
 Le costaba  imaginar lo que había pasado. Asumió toda la información que su nueva amiga le había dado y se dijo a sí misma que era una torpe, una idiota y no sabía por qué todo había ocurrido.
La discursión con Sophie, la caída por la ladera de la montaña, los chicos de la fiesta pegándole... Todo era confuso, borrosas imágenes daban vueltas por su cabeza al compás de voces que coreaban <<Vámonos de aquí>>, <<Alguien nos va a ver>>, <<Vete>>, <<¿Eres nueva por aquí?>>.
Todo esto rondaba por su cabeza a una velocidad vertiginosa, pero súbitamente escuchó una voz que la llamaba, pero no provenía de su mente. Era real.
-¡Julie! ¡Julie!-estaba demasiado confusa como para reconocer la silueta que se acercaba a ella. Una chica más o menos de su edad que ondeaba al viento su melena rubia que brillaba al sol.
Pero ¿como no iba a reconocer a su amiga de verano?
-¡Sophie!-gritó eufórica al percatarse al fin de que era su amiga.
-Julie, me tenías preocupada... ¿dónde has estado?-entonces vió las rozaduras, la herida en el estómago y las manchas de tierra en la cara-Pero...¿qué te ha pasado?, ¿estás bien?
-Demasiadas preguntas-fué lo primero que logró decir Julie-. Me caí, me pegaron, me volví a caer...
-Vale, vale-la interrumpió Sophie todavía con el ceño fruncido-. Lo importante ahora es curarte esas heridas.

Llegaron a la casa de Sophie, donde su abuela veía con poco entusiasmo un programa de prensa rosa y leía una revista llamada "Diario Q!" (también del mismo género).
En realidad, la vieja estaba adormilada, pero enseguida se sobresaltó cuando cerraron la puerta de un portazo.
-Ay, ¿quién está ahí? ¡Patricia!.
-Abuela, soy yo, ¡y me llamo Sophie, no Patricia, jolines! Ayúdanos, Julie se hizo mucho daño y necesita vendajes y tiritas.
La abuela dirigió una sonrisa sincera a Julie y les indicó que pasaran a la habitación.
-
Al cabo de unos minutos regresó con un rollo de esparadrapo y un bote en el que ponía "Betadine". Y se acordó de que de pequeña siempre había odiado aquella substancia viscosa y que le daba miedo porque escocía.
Pero ya era grande para eso. Apretó los dientes.
Más tarde, cuando salieron de la casa ya vestidas con los bikinis de Sophie, vieron que en el lago había gente.

Eran  Renèe y Claire, los veraneante alsacianos.
Ellos les hicieron un gesto para que se acercaran. Había algo bajo el agua.
En el fondo, se veía una cosa que parecía un baúl o una caja.
-Menos mal que somos submarinistas profesionales.-dijo Claire con una sonrisa de oreja a oreja.
-Y que lo digas. Coje tu mascarilla y vamos.-contestó Renèe con otra sonrisa que no tenía nada que enviar a la de su hermana.
Regresaron después de un rato con las máscaras de submarinista y se sumergieron en las profundidades del lago.
Pasaron segundos: uno, dos, tres, cuatro... Minutos: uno, dos, tres...
Siete interminables minutos de angustia, hasta que al fin emergieron al mismo tiempo con una sonrisa aún mayor que la de antes.
Tenían el cofre ¡lo tenían!.
Ahora solo quedaba abrirlo. Y después de mucho esfuerzo, lo consiguieron.
La cerradura giró 180º y consiguieron ver lo que había dentro. Solamente un extraño papel que era, desde luego, muy antiguo.

No hay comentarios: