Libromaníaca:
Recordar.
Recordar es difícil.
El ser humano tiene una enorme capacidad para muchas cosas, pero recordar no es su mayor cualidad.
Hay que saber rememorar bien lo ocurrido para poder narrar los acontecimientos de los que nos queremos acordar.
Pero hay ocasiones en las que, por mucho que lo intentemos, no se puede recordar algo.
Y otras, en las que no se puede recordar nada. Nunca más.
-¿Has oido hablar del alceheimer?-preguntó la madre de Sophie.
-No. ¿Qué es, mamá?
-Es una enfermedad muy grave, mi osito.
-Pero... la abuela se puede... ¿morir?-preguntó con los ojos humedecidos.
Julienne tardó unos instantes en contestar a la pregunta:
-No sé como explicártelo, Sophie... aun eres muy pequeña.
>>La abuela irá olvidando cada vez más rápido todo lo que en su vida ha pasado, y llegará un momento en el que no recordará como comer, hablar...-se tapó la cara con las manos-Ni respirar.
<<No te preocupes, mamá, yo cuidaré de la abuela. Y así en su mente no lo recordará, pero su corazón podrá guardar el recuerdo de que siempre la quise, y siempre la querré.>>
Desde ese momento, Sophie decidio dedicarse a cuidar de su abuela.
Desde entonces, todos los veranos, Sophie residía con su abuela en el lago Iznor.
El alceheimer aun no había cegado la luz del recuerdo completamente en su mente, pero apenas podía acordarse de los nombres de Sophie, sus padres y de Julie.
La abuela de Sophie había tenido una infancia muy dura.
Sus padres la habían abandonado en el portal de un orfanato.
Nadie la había querido de verdad, hasta que encontró a su marido; pero murio intentando encontrar un tesoro en un lugar lejano, que nunca había querido descubrir a nadie, ni a la persona a la que más quería en el mundo.
Cuando lo vio por última vez, antes de marcharse le dijo al oido "Adios. Siempre te querré. No lo olvides jamás." Como si ya antes supiera que iba a morir.
Por desgracia, era posible, muy posible, que ya hubiera olvidado aquella frase tan hermosa... que una mañana de agosto le susurró su marido.
* * *
Sophie no podía dormir. Había pensado mucho sobre lo que ese día había ocurrido. Había pensado incluso cosas que preferiría no pensar.
Julie tampoco podía dormir. Pero ambas pensaban que la otra no estaba despierta.
Hasta que Sophie se levantó y abrio la ventana para respirar aire puro. Probablemente eso le ayudaría a sentirse mejor.
-¿¡Qué haces!?-gritó Julie cerrando la ventana de un golpe-¿Estás loca, es que quieres matarnos?
-¡No! Solo he abierto la ventana.-replicó Sophie asustada.
-¿No te das cuenta de que abriendo la ventana pones en riesgo nuestra vida?
-No puedes ocultarte de por vida, Julie. Esos hombres creen que están muerta, sino te atraparían ahora mismo.-dijo encendiendo una bombilla de luz ténue.
-Por eso precisamente tienen que seguir pensando que estoy muerta.
-¡No! Mañana mismo nos reuniremos la pandilla y lo hablaremos. Tenemos que remediar esto.
-Lo único que hacemos reuniéndonos es meternos más miedo los unos a los otros. ¡Tengo un profundo temor hasta los huesos! Incluso hoy me he dado cuenta de que no sacamos nada en claro.
-Julie, ahora vamos a dormir. Mañana lo hablaremos con los demás.-apagó la tibia luz y ambas se acostaron.
Las dos sentían remordimientos, pero tenían que actuar.
Aunque les costara mucho más de lo que creían.
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